Twitter está de moda. Y 140 = twitter. Pero me decís twitter y pienso en Tweety, y me decís 140 y pienso en el ómnibus con destino Portones...
Cuando vivía por aquellos lares (durante no más de un par de meses), recuerdo con nitidez la sensación de viajar en esa línea. Por lo general eran coches un poco más viejos que lo normal, del tipo de asientos duros donde predominaba el naranja-amarronado (distinto del naranja chillón que eran un poco más nuevos), y que a veces tenían tres puertas en vez de dos. Un ómnibus de los que yo no solía esperar-no sé si porque pasaba poco o irregularmente- pero con una característica a la vez atractiva e inquietante: el cruzar Bvar por el costado del Obelisco siempre lo sentí como un pasaje a "The Twilight Zone". El entorno casi en penumbras y la aceleración que ganaba el vehículo me daba la sensación de un salto en el tiempo, que se consolidaba con la mágica pero real satisfacción de que el viaje a casa se reducía en muchos y valiosos minutos.
De cada barrio donde he vivido recuerdo con minucioso detalle cada uno de los ómnibus que utilizaba. Y a cada uno de esos bichos grises lo identifico con una etapa de mi vida y con una imagen humana.
El 409, testigo de mi adolescencia, me llevaba diariamente al liceo y también en los fines de semana al pub Taj Majal, pues era el único con servicio nocturno frecuente y confiable. Era otro más de mis amigos inseparables, con el colorido propio de esa edad, y con un guiño cómplice que permitía en caso de perderlo atravesar el complejo, y tomárselo en vez de en Millán luego que pegaba la vuelta a la salida de la ruta 5 para agarrar Islas Canarias.
El 145 que me llevaba todos los días a Facultad, era un viejito entrañable, de paso lento pero seguro, incansablemente recorriendo los 6000 números de la calle Propios (sorry Batlle, pero se sigue llamando Propios en el consciente colectivo), y cruzando luego Pocitos y Parque Rodó camino a Ciudad Vieja, ya al lado de el joven y progresista 116, o del vejete pituco 104.
Y fue a la vuelta de la Facultad una noche, después de la fiesta de bienvenida de la generación '96, esperando el 145 en la oscura esquina de J.H. y Reissig frente al museo, donde cruzamos miradas por primera vez con quien me acompañaría el resto de mi viaje por la vida...
1 comentario:
Me teletransportaste en el tiempo!
Las historias de mi vida también cuentan en omnibuses y paradas.
Que lindo!
Publicar un comentario