El silencio se puebla de susurros, cada vez más fuertes, cada vez más audibles. El canto lejano de miles de insectos, al parecer chicharras, comienza a escucharse con nitidez.
Flota en el lago el barquito de papel que esta mañana hicieron los niños. Está nublado pero hay sol. Hace calor. En la aparente tranquilidad se respira una tensión aún desconocida.
Una mujer parada del otro lado de la orilla mira fijo el horizonte. El hombre la ve y quiere acercarse a ella, pero no sabe nadar. El muelle marchito, de maderas podridas, dejó escapar el último bote hace algunos días. La mujer está atrapada en la pequeña isla, pero no lo sabe.
Ella sólo mira el horizonte con cara de nostalgia, no hace nada por salvarse, aunque pudiera.
Un pájaro de vuelo rasante derriba el barco de papel, que se llena de agua y se hunde, lentamente, hasta el fondo del lago.
Ya no queda nada por hacer.
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