El teléfono gris
reposa muy quieto en el estante. Solo.
No entiende
porqué desde hace un tiempo ya no suena su campana. Ya nadie levanta su tubo
beige ni toca sus teclas formando números para encontrar a alguien del otro
lado del cable. Ese cable que se sumerge en la pared hasta llegar quien sabe
donde.
Aburrido, se
peina el rulo. Lo estira y lo suelta de golpe, se queda mirándolo rebotar hasta
que se detiene del todo.
A veces practica
para no perder el entrenamiento, repitiendo las palabras que escucha a Ana decirle
a aquel cuadradito negro.
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