Hace un tiempito que estoy en el sutil plan de que Valentina, ahora que está un poco más grande (siete años), trate de manejarse sola con algunas tareas sencillas de la casa.
El otro día me pidió para comer un poco de maní con cáscara que habíamos comprado esa tarde en el super.
- Bueno, ya te prendí el horno. Vos agarrá una asadera, poné el maní y luego la colocamos adentro del horno para que se cocine - le enseño.
Pone el maní en la asadera y me muestra:
- ¿Así esta bien, mami?
- Mmm, no... Pusiste muchos, tenés que poner solamente los que te entren en el fondo de la asadera, porque si quedan unos encima de otros como te quedaron, no se van a tostar bien.
- Ahhh... ¿Y como hago? Es re difícil... -se queda pensando unos instantes mientras yo la observo un poco extrañada -. ¡Ya sé! Medimos la asadera, medimos los maníes, y calculamos cuántos entran.
Hija de su padre tenía que ser.
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