En el año tres mil
chiquicientos cinco, una intensa lluvia cayó sobre el Planeta Tierra. Comenzó
con una fuerte tormenta eléctrica que descolgó de las nubes una catarata imparable. Al paso de las horas fue
amainando, hasta terminar siendo una llovizna fina pero permanente, que goteaba
con una cadenciosa musicalidad.
Lo insólito era que
esta gran nube de lluvia cubría todo el planeta Tierra…
Pronto los ríos,
cañadas, arroyos y océanos fueron subiendo de nivel hasta que ya era todo
agua. Así pasaron más de dos años de
lluvia ininterrumpida. Llegó un momento en que la fuerza de gravedad de la
Tierra ya no lograba atraer tanta masa acuática y el sobrante empezó a chorrear
cayendo sobre el planeta Marte.
Los pocos seres
humanos que sobrevivieron a este desastre climático, improvisaron una especie
de enormes tablas de surf que permitían deslizarse por el torrentoso curso de
agua, para emigrar al promisorio nuevo mundo. La gente se llevaba el equipaje,
mascotas, muebles y hasta sus vehículos.
La gran nube paró
de derramar agua y así el líquido se equilibró entre los dos planetas. Las últimas personas que cruzaron a Marte
antes de que se cortara el chorro, fueron una pareja de amigos que iban adentro
de un fitito, Marina y Julián. Él aún estaba indeciso entre quedarse en la Tierra
o partir, pero ella, de espíritu alocado, a último momento se lo llevó de un
brazo sin dejarlo reaccionar. Había estado todo el viaje callado.
Cuando
“amartizaron”, Julián miró por la ventana y quedó impactado con la belleza del
planeta y con la buena onda con que la gente que ya estaba allá había comenzado
a construir sus casas, colaborando entre todos. Marina sonrió, también
conmovida. Él se bajó del auto pero no sin antes darle un gran abrazo y mirarla
intensamente a los ojos, agradecido.
FIN
------------------------------------------------------------------------------------------------Este es el cuento que había publicado originalmente hace un tiempito. Un sábado (lluvioso, vaya coincidencia), se me ocurrió hacerle algunos cambios para que quede más divertido y se lo leí a mis hijas. Le pregunté a Valentina si le gustaría ilustrarlo. El resultado fueron estos dibujos, en papel, que después pasamos a la compu.
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