Fueron muchos días de lluvia.
Comenzó con una fuerte tormenta eléctrica que descolgó de las nubes una catarata imparable. Al paso de las horas fue amainando, hasta terminar siendo una llovizna fina pero permanente, que goteaba con una cadenciosa musicalidad. Lo insólito era que esta gran nube de lluvia cubría todo el planeta Tierra.
Pronto los ríos, cañadas, arroyos y océanos fueron subiendo de nivel hasta que ya era todo agua.
Así pasaron más de dos años de lluvia permanente.
Llegó un momento que la fuerza de gravedad de la Tierra ya no lograba atraer tanta masa acuática y el sobrante empezó a chorrear cayendo sobre el planeta Marte.
Los pocos seres humanos que sobrevivían en la otrora próspera Tierra, improvisaron una especie de enormes tablas de surf que permitían deslizarse por el torrentoso curso de agua, para emigrar al promisorio nuevo mundo. La gente se llevaba el equipaje, mascotas, muebles y hasta sus vehículos.
La gran nube paró de derramar agua y así el vital líquido se equilibró entre los dos planetas. Las últimas personas que cruzaron a Marte antes que se cortara el chorro, fueron una pareja de amigos que iban adentro de un fitito. Él estaba pasando un momento muy triste de su vida y ella, de espíritu alocado, a último momento se lo llevó de un brazo sin dejarlo reaccionar. Había estado todo el viaje callado. Cuando "amartizaron", miró por la ventana y se quedó impactado con la belleza del planeta y la buena onda con que la gente que ya estaba allá había comenzado a construir sus casas. Ella sonrió, también conmovida.
Él se bajó del auto pero no sin antes besarla y mirarla intensamente a los ojos, agradecido.
Cuento que escribí para el Taller de hoy. La consigna era utilizar las frases en negrita (escritas por dos compañeros al azar), como primera y última del cuento.
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