Les cuento que con el Taller de Escritura vamos viento en popa.
Convencí a Martín que se hiciera también un blog, y ahora está subiendo las consignas y los textos que escribe, que son muy buenos. Ahora sólo me falta convencerlo de que mire la serie Mad Men , que sé que le va a encantar, pero no hay caso, no agarra viaje.
Otra de las cosas por la que comenzó el profe (Cholo Gómez, un "crás"), es recomendarnos la lectura de Mientras Escribo, de Stephen King.
Es el primer "largometraje" que estoy leyendo en el Kindle (sólo había leído cuentos y revistas), y me tiene re enganchada. En la traducción al español, para variar, aparecen un montón de galleguismos que son un embole, me arrepiento de no leerlo en inglés, pero ahora que ya voy por la mitad del libro me embola todavía más cambiar de versión. Es una especie de autobiografía, mezclada con consejos sobre cómo escribir y cómo llegó él a ser un escritor exitoso.
Hasta ahora el único libro de S.King que había leído era Carrie. Ese me gustó pila y tuvo como valor agregado leerlo cuando tenía la misma edad que la protagonista, cosa que también me pasó con el Diario de Ana Frank, y extrapolando, con muchos otros libros a medida que iba envejeciendo. De la magia de esa empatía también habla Mientras Escribo.
Pero para mí una de las enseñanzas más valiosas del libro (y del profe), es que al escribir es mejor utilizar un lenguaje lo más natural posible: elegir palabras simples en lugar de rimbombantes, usar frases cortas, claras y concretas.
No sé, creo que me falta mucho por aprender del taller, de este y otros libros, y principalmente de Gramática (porque soy un queso).
Además de la lucha constante por sacarme la vergüenza, que no es menor. La mayoría de los posts que escribí para este blog, los escribí de madrugada en la cama, en silencio y completamente enfrascada. Yo la llamo mi "hora paloma", porque es cuando el cansancio y la semi-soñolencia le ganan a mi vergüenza, y las palabras salen sin filtro. Con la luz apagada y la cabeza en la almohada, he tratado de memorizar esas ideas que surjen en la noche y transcribirlas al día siguiente, pero a la luz del sol la censura siempre gana.
Y casualmente, de algo parecido a eso también habla el libro:
Durante una de mis primeras entrevistas (creo que para promocionar Carrie), un locutor de radio me preguntó cómo escribía, y mí respuesta («palabra por palabra») lo dejó mudo. Sospecho que estaba pensando sí era una broma, pero no. Al final siempre es así de sencillo. [...] La puerta te aísla del resto del mundo, pero también te confina, concentrándote en lo que tienes entre manos. [..]
Yo trabajo con la música a tope (siempre he preferido el rock duro, tipo AC/DC, Guns’n Roses y Metallica), pero sólo porque es otra manera de cerrar la puerta. Me rodea, aislándome del mundo. ¿Verdad que al escribir quieres tener el mundo bien lejos? Claro que sí. Escribir es crearse un mundo propio.
En el fondo, creo que se trata de dormir creativamente. La sala de escritura debería ser igual de íntima que el dormitorio, ser la habitación donde sueñas. La razón de ser del horario (entrar cada día más o menos a la misma hora y salir cuando tengas las mil palabras en papel o disquete) es acostumbrarte, predisponerte al sueño como le predispones a dormir yéndote a la cama más o menos a la misma hora y siguiendo el mismo ritual. Escribir y dormir se parecen en que aprendemos a estar físicamente quietos al mismo tiempo que animamos al cerebro a desconectar del pensamiento racional diurno, rutinario. De la misma manera que el cerebro y el cuerpo, noche tras noche, se te acostumbran a cierta cantidad de sueño fija (seis horas, siete, quizá las ocho recomendadas), existe la posibilidad de entrenar a la conciencia para que duerma creativamente y, despierta, teja sueños de gran nitidez, que es lo que son las obras narrativas bien hechas.
Pero son necesarias la habitación y la puerta, y es necesaria la decisión de cerrarla. También necesitas un objetivo concreto. Cuanto más dure tu adhesión a estos requisitos básicos, más fácil irá haciéndosete el acto de escribir. No esperes al muso. Ya te he dicho que es un tozudo, y que no se le puede pedir mucho aleteo creativo. No te estoy hablando de ningún tablero ouija, ni del mundo de los espíritus, sino de un oficio cualquiera, como plomero o camionero. El tuyo es procurar que el muso sepa dónde encontrarte a diario desde las nueve a las doce, o desde las siete a las tres. Si lo sabe, te aseguro que tarde o temprano se presentará con el cigarrillo en la boca y la magia en el saco.
Stephen King - Mientras Escribo
(me tomé el atrevimiento de sustituirle las gallegadas)
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